miércoles, 20 de enero de 2016

Por todas mis compañeras.


Por mí
y por todas mis compañeras.
Pero por ellas primero.

Por todas las que murieron quemadas
por el fuego del odio
y la ignorancia.
Por todas las que se dejaron la piel
al intentar liberarse
de unas cadenas
que maquillaban sus alas.

Por las putas,
por las zorras,
por las fáciles.
Por las vírgenes,
por las puras,
por las recatadas.

Por las que dejaron
que pisoteasen su cuerpo
a cambio de que sus almas de colores
inundaran hoy de luz
las calles monocromáticas
repletas de personas
en blanco y negro.

Por las brujas,
por las herejes.
Por las faldas demasiado cortas,
por las lenguas
lo suficientemente largas.
Por las amas de casa
y por las científicas.

Por las limpiadoras de letrinas
y por las que vomitan poesía en ellas.
Por mi madre,
y sobre todo por mi abuela.
Por Alejandra,
por Irene,
por Lara.

Por las que gritan "revolución"
por encima
de todas las voces de necios
que intentan callarlas a golpes.
Por las que tienen tatuada la tricolor
en el lateral izquierdo del pecho,
y por las que,
a falta de este,
ondean banderas de libertad.

Por las que hacen mamadas,
por las que se masturban.
Por las mujeres que no siempre lo han sido,
por los pezones grandes
y por los pequeños,
por las piernas con pelo
y por las que no,
pero siempre
por las que no tienen
ni uno solo en la lengua.

Por ellas.
Por todas mis compañeras.
No estamos solas en esto.

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